Ing. Erick Mita
A
nivel mundial las universidades han evolucionado desde su creación atravesando
por diversas etapas, enfrentando circunstancias que han exigido su
transformación y han dado lugar al desarrollo de una institución que aporta a
la sociedad con la generación de conocimiento. Es así que estas instituciones
de educación superior han transitado de universidades de tipo “medieval o académica”, orientadas exclusivamente a la enseñanza, a “clásicas” dedicadas a la enseñanza e
investigación (Martin y
Etzkowitz, 2000), dicha evolución se produjo por influencia de la economía, al
respecto Bush (1945) indicaba, la presencia de una relación directa de
dependencia entre el progreso industrial
y la producción de conocimiento científico básico, por tanto, es altamente
necesario generar una sólida base científica nacional como requisito para el
desarrollo económico; dando lugar a la creación de grandes institutos de
investigación y en la financiación de la investigación básica universitaria a
través de agencias o ministerios nacionales.
Las transformaciones universitarias
evidenciadas a partir de la segunda mitad del siglo XX no se limitaron solamente
al desarrollo de la actividad de investigación. La función de enseñanza, experimento cambios importantes
derivados de la masificación del sistema educativo, evidenciado por un
incremento considerable de la demanda de cupos universitarios y un cambio en
las habilidades técnicas y profesionales requeridas por la industria y el
gobierno (Geuna, 1999). Lo anterior estimuló por un lado, la diversificación de
las instituciones de educación superior, y la reestructuración de las
universidades existentes, estos cambios provocaron una mayor burocratización y
en algunos casos un detrimento de la calidad de la educación en razón del
aumento en el número de estudiantes y la vinculación de profesores menos
cualificados al ambiente académico (Fernández de Lucio, 2009).
Al
finalizar la década de 1970, se gesta un nuevo proceso de trasformación que
cambia la percepción social del papel de la universidad y la llevan del esquema
basado en la financiación pública de la investigación académica - desvinculado de las necesidades del entorno
socioeconómico - y regulado por el
principio de la autonomía universitaria, se pasó a un modelo direccionado,
fundamentado en una mayor orientación de las actividades de
investigación hacia las necesidades del entorno del cual reciben apoyo
financiero. Autores como Mollas-Gallart et al, 2002), denominan a esta etapa la
“tercera misión” universitaria, que
complementariamente a las funciones de
docencia e investigación, abarca todas las actividades relacionadas con la
generación, uso, aplicación y explotación, fuera del ámbito académico, del
conocimiento y de otras capacidades que disponen las universidades.
El
cumplimiento de la “tercera misión”
lleva entonces a las universidades norteamericanas y europeas a convertirse en
un actor decisivo en los procesos
sociales y de desarrollo económico, a través de una vinculación más estrecha
con los diferentes agentes de su entorno, dando lugar a estructuras de
transferencia de conocimientos, sistemas y modelos interactivos de innovación
que dinamizan la actividad de I+D+I, contribuyendo a la ciencia y la
tecnología.
·
En
América Latina, la universidad ha seguido una trayectoria diferente a las
instituciones de educación superior europeas y norteamericanas, propia de su
contexto y derivada en gran parte del movimiento de reforma universitaria que
tuvo lugar la primera mitad del siglo XX, que
según Arocena y Sutz (2005), constituye
quizás la primera y única “revolución académica” en Latinoamérica, que
dio origen a una concepción de institución de educación superior de carácter
democratizador y de reforma social, guiada por actividades de enseñanza,
investigación y “extensión”,
entendiendo esta última función, como la colaboración directa con los sectores
de la población menos favorecidos, a través de la difusión cultural y la
asistencia técnica.
Por
tanto, la “tercera misión” de la
universidades latinoamericanas, denominada “extensión”,
difiere sustancialmente de la adoptada por los países con mayor nivel de
desarrollo y las ha llevado a participar más activamente en el desarrollo
social de los pueblos, cubriendo, los vacíos dejados por un estado deficiente,
provocando numerosas tensiones universidad y gobierno.
La
adopción de la “extensión” como “tercera misión”, dio lugar a una orientación
principalmente de tipo académica y
asistencialista en las universidades, descuidando la importante labor de
generación y transferencia de conocimientos.
Se
debe destacar el trabajo realizado por Sabato y Botana (1968), donde se subraya
la necesidad de insertar la ciencia y la tecnología como motores del desarrollo
nacional a partir de la acción coordinada de tres elementos fundamentales: el
gobierno, la estructura productiva y la infraestructura científico –
tecnológica.
Dicho
enfoque fue sin duda una importante directriz para el diseño de políticas de
fomento de ciencia y tecnología, no obstante, las relaciones gobierno,
universidad y empresa no lograron
desarrollarse, debido a las siguientes causas: la investigación no se consolidó
como misión universitaria; las características económicas del entorno no fueron
las más adecuadas; y una especialización productiva latinoamericana en sectores de bajo contenido tecnológico,
que no contribuye a la vinculación entre el sistema de investigación
universitario y el sector productivo (Fernández de Lucio, 2009).
A
partir de la década de 1990, en América Latina, se presenta un cambio en las
políticas de ciencia y tecnología, donde
se promueve una mayor implicación universitaria en los procesos de
generación, transferencia y comercialización del conocimiento, creándose oficias de transferencia de tecnología,
incubadoras de empresas, parques científicos, entre otros; dirigidos a fomentar
y fortalecer el aporte de la universidad al desarrollo socioeconómico.
En
este sentido, universidades de México, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Costa
Rica, entre otras; han logrado importantes avances en materia de ciencia, tecnología y transferencia de conocimientos
presentado una tendencia positiva según los indicadores de la Red de
Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT, 2013).