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lunes, 13 de octubre de 2014

La evolución de las misiones universitarias: de la enseñanza a la transferencia de conocimientos



Ing. Erick Mita

A nivel mundial las universidades han evolucionado desde su creación atravesando por diversas etapas, enfrentando circunstancias que han exigido su transformación y han dado lugar al desarrollo de una institución que aporta a la sociedad con la generación de conocimiento. Es así que estas instituciones de educación superior han transitado de universidades de tipo “medieval o académica”, orientadas  exclusivamente a la enseñanza, a “clásicas” dedicadas a la enseñanza e investigación (Martin y Etzkowitz, 2000), dicha evolución se produjo por influencia de la economía, al respecto Bush (1945) indicaba, la presencia de una relación directa de dependencia  entre el progreso industrial y la producción de conocimiento científico básico, por tanto, es altamente necesario generar una sólida base científica nacional como requisito para el desarrollo económico; dando lugar a la creación de grandes institutos de investigación y en la financiación de la investigación básica universitaria a través de agencias o ministerios nacionales.

Las transformaciones universitarias evidenciadas a partir de la segunda mitad del siglo XX no se limitaron solamente al desarrollo de la actividad de investigación. La función de  enseñanza, experimento cambios importantes derivados de la masificación del sistema educativo, evidenciado por un incremento considerable de la demanda de cupos universitarios y un cambio en las habilidades técnicas y profesionales requeridas por la industria y el gobierno (Geuna, 1999). Lo anterior estimuló por un lado, la diversificación de las instituciones de educación superior, y la reestructuración de las universidades existentes, estos cambios provocaron una mayor burocratización y en algunos casos un detrimento de la calidad de la educación en razón del aumento en el número de estudiantes y la vinculación de profesores menos cualificados al ambiente académico (Fernández de Lucio, 2009).

Al finalizar la década de 1970, se gesta un nuevo proceso de trasformación que cambia la percepción social del papel de la universidad y la llevan del esquema basado en la financiación pública de la investigación académica  - desvinculado de las necesidades del entorno socioeconómico -  y regulado por el principio de la autonomía universitaria, se pasó a un modelo direccionado, fundamentado en  una  mayor orientación de las actividades de investigación hacia las necesidades del entorno del cual reciben apoyo financiero. Autores como Mollas-Gallart et al, 2002), denominan a esta etapa la “tercera misión” universitaria, que complementariamente a  las funciones de docencia e investigación, abarca todas las actividades relacionadas con la generación, uso, aplicación y explotación, fuera del ámbito académico, del conocimiento y de otras capacidades que disponen las universidades.

El cumplimiento de la “tercera misión” lleva entonces a las universidades norteamericanas y europeas a convertirse en un actor decisivo  en los procesos sociales y de desarrollo económico, a través de una vinculación más estrecha con los diferentes agentes de su entorno, dando lugar a estructuras de transferencia de conocimientos, sistemas y modelos interactivos de innovación que dinamizan la actividad de I+D+I, contribuyendo a la ciencia y la tecnología.
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En América Latina, la universidad ha seguido una trayectoria diferente a las instituciones de educación superior europeas y norteamericanas, propia de su contexto y derivada en gran parte del movimiento de reforma universitaria que tuvo lugar la primera mitad del siglo XX, que  según Arocena y Sutz (2005), constituye  quizás la primera y única “revolución académica” en Latinoamérica, que dio origen a una concepción de institución de educación superior de carácter democratizador y de reforma social, guiada por actividades de enseñanza, investigación y “extensión”, entendiendo esta última función, como la colaboración directa con los sectores de la población menos favorecidos, a través de la difusión cultural y la asistencia técnica.
Por tanto, la “tercera misión” de la universidades latinoamericanas, denominada “extensión”, difiere sustancialmente de la adoptada por los países con mayor nivel de desarrollo y las ha llevado a participar más activamente en el desarrollo social de los pueblos, cubriendo, los vacíos dejados por un estado deficiente, provocando numerosas tensiones universidad y gobierno.  

La adopción de la “extensión” como “tercera misión”, dio lugar a una orientación principalmente de  tipo académica y asistencialista en las universidades, descuidando la importante labor de generación y transferencia de conocimientos.
Se debe destacar el trabajo realizado por Sabato y Botana (1968), donde se subraya la necesidad de insertar la ciencia y la tecnología como motores del desarrollo nacional a partir de la acción coordinada de tres elementos fundamentales: el gobierno, la estructura productiva y la infraestructura científico – tecnológica. 

Dicho enfoque fue sin duda una importante directriz para el diseño de políticas de fomento de ciencia y tecnología, no obstante, las relaciones gobierno, universidad  y empresa no lograron desarrollarse, debido a las siguientes causas: la investigación no se consolidó como misión universitaria; las características económicas del entorno no fueron las más adecuadas; y una especialización productiva latinoamericana  en sectores de bajo contenido tecnológico, que no contribuye a la vinculación entre el sistema de investigación universitario y el sector productivo (Fernández de Lucio, 2009).

A partir de la década de 1990, en América Latina, se presenta un cambio en las políticas de ciencia y tecnología, donde  se promueve una mayor implicación universitaria en los procesos de generación, transferencia y comercialización del conocimiento, creándose  oficias de transferencia de tecnología, incubadoras de empresas, parques científicos, entre otros; dirigidos a fomentar y fortalecer el aporte de la universidad al desarrollo socioeconómico.

En este sentido, universidades de México, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, entre otras; han logrado importantes avances en materia de ciencia,  tecnología y transferencia de conocimientos presentado una tendencia positiva según los indicadores de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT, 2013).