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sábado, 6 de septiembre de 2014

COMUNICACIÓN Y EDUCACIÓN: ¿ENTRE LA OPRESIÓN Y LA LIBERTAD?




Ing. Erick Mita

No cabe duda que la comunicación hoy en día se ha convertido en una herramienta fundamental para el desarrollo de los procesos educativos,  más aún si el objetivo de éstos es  formar profesionales capaces, íntegros y transformadores de la sociedad, por tanto, es fundamental, desarrollar procesos enseñanza aprendizaje que tomen en cuenta las  dimensiones de la educación para la comunicación, de tal modo que los educandos no se constituyan únicamente en receptores pasivos de la multiplicidad de mensajes a los que son expuestos, sino más bien sean tanto emisores como receptores (emirec´s) conscientes y críticos.
No obstante, a lo antes descrito el modelo de comunicación educativa que mayormente prevalece  es el tradicional, cuyas características impiden el desarrollo de competencias comunicativas entre los estudiantes, al considerarlos sujetos pasivos. Esta situación se presenta predominantemente en los niveles educativos primario, secundario y superior; donde el docente es el poseedor del conocimiento que será transmitido, sin dar ninguna posibilidad de deconstrucción y reconstrucción de dicho mensaje a los estudiantes, que sienten que su contexto social y su identidad no han sido tomados en cuenta.
Considero que este modelo comunicacional, es opresor, recuérdese que el lenguaje – por tanto la comunicación – puede ser un instrumento hegemónico o contrahegemónico y resulta según Gramsci, en un medio para silenciar la voz de los oprimidos, como para otorgar significado a deseos, aspiraciones, sueños y esperanzas, al combinar los discursos crítico y de posibilidad.
Un ejemplo claro es lo que sucede en nuestro país, cuando en los institutos de formación de nivel técnico superior dependientes del Ministerio de Educación, se cambiaron las mallas curriculares introduciendo de manera obligatoria - en desmedro de materias troncales a las que se redujo carga horaria - asignaturas como, “Cosmovisión Andina” y “Pensamiento Contemporáneo”, cuya única finalidad es promover la ideología del partido que gobierna coyunturalmente nuestro país. 
Similar situación ocurre en los medios de comunicación a nivel local y nacional – televisivos, radiales y escritos – que evitan criticar la gestión de determinadas autoridades por el riesgo de perder los contratos publicitarios suscritos con instituciones públicas y hasta privadas. Se pone de manifiesto este caso, puesto que los medios de comunicación a partir de los mensajes que emiten contribuyen a generar actitudes en la población y por tanto influyen en su comportamiento.
Los anteriores casos, son ejemplos claros de procesos comunicativos “opresores”, dirigidos a promover, difundir y perpetuar ciertas ideologías, así como marginar el pensamiento crítico de la población.
Lo descrito evidencia de manera imperiosa la necesidad de  encaminar en las instituciones de educación, procesos de enseñanza aprendizaje y de comunicación, de tipo participativo y dialógico, que propicien el flujo de información entre el emisor y receptor, donde las capacidades cognitivas y expresivas de los  estudiantes sean valoradas, así como su identidad y contexto social, promoviendo de esta manera  el pensamiento analítico, crítico y reflexivo, generando competencias de expresión tanto oral como escrita, entre otros aspectos.
Para lograr es ello, es fundamental el involucramiento de todos los actores implicados en la educación –autoridades, administrativos, docentes, estudiantes, padres de familia y empleadores – ya que sin su compromiso y participación no será posible este cambio, que requiere de manera inmediata la actualización de mallas curriculares y planes de estudio, empleo de métodos didácticos creativos e innovadores, planificación y ejecución de actividades investigativas, de extensión y de práctica laboral pertinentes; que tengan como fin último la formación de profesionales, caracterizados por ser emisores activos y receptores críticos, transformadores de la realidad socioeconómica.