Ing. Erick Mita |
No cabe duda que la
comunicación hoy en día se ha convertido en una herramienta fundamental para el
desarrollo de los procesos educativos,
más aún si el objetivo de éstos es
formar profesionales capaces, íntegros y transformadores de la sociedad,
por tanto, es fundamental, desarrollar procesos enseñanza aprendizaje que tomen
en cuenta las dimensiones de la
educación para la comunicación, de tal modo que los educandos no se constituyan
únicamente en receptores pasivos de la multiplicidad de mensajes a los que son
expuestos, sino más bien sean tanto emisores como receptores (emirec´s)
conscientes y críticos.
No obstante, a lo antes
descrito el modelo de comunicación educativa que mayormente prevalece es el tradicional, cuyas características
impiden el desarrollo de competencias comunicativas entre los estudiantes, al
considerarlos sujetos pasivos. Esta situación se presenta predominantemente en
los niveles educativos primario, secundario y superior; donde el docente es el
poseedor del conocimiento que será transmitido, sin dar ninguna posibilidad de
deconstrucción y reconstrucción de dicho mensaje a los estudiantes, que sienten
que su contexto social y su identidad no han sido tomados en cuenta.
Considero que este modelo
comunicacional, es opresor, recuérdese que el lenguaje – por tanto la
comunicación – puede ser un instrumento hegemónico o contrahegemónico y resulta
según Gramsci, en un medio para silenciar la voz de los oprimidos, como para
otorgar significado a deseos, aspiraciones, sueños y esperanzas, al combinar
los discursos crítico y de posibilidad.
Un ejemplo claro es lo que
sucede en nuestro país, cuando en los institutos de formación de nivel técnico
superior dependientes del Ministerio de Educación, se cambiaron las mallas
curriculares introduciendo de manera obligatoria - en desmedro de materias
troncales a las que se redujo carga horaria - asignaturas como, “Cosmovisión
Andina” y “Pensamiento Contemporáneo”, cuya única finalidad es promover la
ideología del partido que gobierna coyunturalmente nuestro país.
Similar situación ocurre en
los medios de comunicación a nivel local y nacional – televisivos, radiales y
escritos – que evitan criticar la gestión de determinadas autoridades por el
riesgo de perder los contratos publicitarios suscritos con instituciones
públicas y hasta privadas. Se pone de manifiesto este caso, puesto que los
medios de comunicación a partir de los mensajes que emiten contribuyen a
generar actitudes en la población y por tanto influyen en su comportamiento.
Los anteriores casos, son
ejemplos claros de procesos comunicativos “opresores”, dirigidos a promover, difundir
y perpetuar ciertas ideologías, así como marginar el pensamiento crítico de la
población.
Lo descrito evidencia de
manera imperiosa la necesidad de
encaminar en las instituciones de educación, procesos de enseñanza
aprendizaje y de comunicación, de tipo participativo y dialógico, que propicien
el flujo de información entre el emisor y receptor, donde las capacidades
cognitivas y expresivas de los estudiantes
sean valoradas, así como su identidad y contexto social, promoviendo de esta
manera el pensamiento analítico, crítico
y reflexivo, generando competencias de expresión tanto oral como escrita, entre
otros aspectos.
Para lograr es ello, es
fundamental el involucramiento de todos los actores implicados en la educación
–autoridades, administrativos, docentes, estudiantes, padres de familia y
empleadores – ya que sin su compromiso y participación no será posible este
cambio, que requiere de manera inmediata la actualización de mallas
curriculares y planes de estudio, empleo de métodos didácticos creativos e
innovadores, planificación y ejecución de actividades investigativas, de extensión
y de práctica laboral pertinentes; que tengan como fin último la formación de
profesionales, caracterizados por ser emisores activos y receptores críticos,
transformadores de la realidad socioeconómica.